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La humildad confiada como alternativa a la confianza ciega en uno mismo

A veces tendemos a sobreestimar nuestras competencias y nuestro conocimiento. Eso es lo que se denomina el efecto Dunning-Kruger. En general, las habilidades en las que sobreestimamos nuestra competencia son las habilidades más deseables, como nuestra inteligencia emocional, o nuestra capacidad de mantener una conversación fascinante, por ejemplo.

También somos propensos al exceso de confianza en situaciones en las que es fácil confundir la competencia y la experticia con la experiencia, como conducir, tipear, responder trivia o controlar las emociones.

En otros aspectos de la vida no nos cuesta reconocer nuestra ignorancia, sobre todo cuando es evidente que somos novatos. Cuando es evidente y fácilmente reconocible que carecemos de experiencia, a veces incluso nos subestimamos. Si jamás has escalado una montaña, difícilmente te declararás montañista, y si nunca fuiste a una clase de ballet, no te auto engañarás declarándote por bailarín/a experimentado/a. Los principiantes absolutos rara vez caen en la trampa del exceso de confianza en la propia competencia. Si no sabes nada de cocina, ​​probablemente no andes por ahí invitando a tus amigos a una degustación de tus recetas. Los principiantes no son víctima fácil de Dunning-Kruger.

Quienes sobreestiman sus competencias están, en general, en niveles amateur, es decir, el nivel de experticia de los que saben más que un novicio, pero menos que un experto. Tener un poco de conocimiento puede ser algo bastante peligroso.

Un amateur en la cima del Monte Estúpido

En demasiados ámbitos de nuestras vidas, solo alcanzaremos niveles de conocimiento amateur. Adam Grant, en su libro Think Again, nos explica que la experiencia del amateur no es lo suficientemente extensa como para permitirle cuestionar sus opiniones o descubrir, al detalle, todo lo que no sabe sobre éste. El amateur tiene la información suficiente para sentirse seguro de sí mismo al hacer pronunciamiento y emitir un juicio, ha subido a la cima del Monte Estúpido (sin llegar al otro lado), y no se da cuenta.

El gráfico que sigue es una adaptación (traducida) del que presenta Adam Grant en su libro Piénsalo otra vez. Se observa cómo quien nada sabe de un determinado tema, no tiene voluntad alguna de opinar sobre el mismo. Según vamos adquiriendo conocimiento, vamos ganando confianza y nuestras ganas de opinar sobre lo que creemos que sabemos bien, se incrementan más que nuestro verdadero conocimiento. Quien llega al nivel amateur, se ubica en la cima del Monte Estúpido, es decir, es el perfecto exponente del efecto Dunning Kruger: su alta voluntad de opinar es fruto de la excesiva confianza que tiene en ese escaso conocimiento que ha podido adquirir. Porque Dunning Kruger predice que la confianza aumenta más rápidamente que el conocimiento.

Dunning Kruger o cómo la confianza ciega avanza más rápido que el conocimiento.

Este fenómeno lo observó originalmente David Dunning en un experimento que involucró a personas que debían imaginar que eran médicos en un entorno postapocalíptico, cuando el mundo había sido arrasado por zombies. Observó que las habilidades reales y percibidas de las personas coincidían cuando éstas habían visto solo un puñado de víctimas heridas. Desafortunadamente, a medida que adquieren experiencia, su confianza aumenta más rápido que su competencia, y la confianza sigue siendo más alta que la competencia a partir de ese momento.

Quienes avanzan su conocimiento más allá del nivel amateur comienzan a perder la confianza en la infalibilidad de lo que saben. Por ende, van perdiendo la voluntad de opinar.

¿Te interesa aprender más sobre el fenómeno de Dunning Kruger? Te recomendamos en siguiente vídeo.

Avanzar en el nivel de conocimiento desde novicio a amateur puede romper el ciclo del cuestionamiento y hacernos entrar en un ciclo de sobre-confianza (más sobre el detalle de estos ciclos en otro artículo de AlgoPoco)

A medida que adquirimos experiencia y pasamos desde novatos al nivel amateur, perdemos algo de nuestra humildad. Nos enorgullecemos de lograr un progreso rápido, lo que promueve una falsa sensación de dominio. Eso pone en marcha un ciclo de confianza ciega, que nos impide dudar de lo que sabemos y sentir curiosidad por lo que no sabemos. Quedamos atrapados en una burbuja de supuestos defectuosos para principiantes, donde ignoramos nuestra propia ignorancia.

¿Miedo a la humildad?

Adam Grant nos cuenta que algunas personas imaginan la confianza como un balancín. Si la tenemos en exceso, nos inclinamos hacia la arrogancia. Si la perdemos, nos volvemos dóciles y cobardes, es decir, humildes. Ronda la percepción de que los humildes se tienen, a sí mismos, en baja estima. Por eso, quienes imaginan la confianza como un balancín creen que la humildad y la confianza no son compatibles. Se equivocan.

La humildad a menudo se malinterpreta. No consiste en tener poca confianza en uno mismo. Se trata, más bien, de tener los pies bien puestos en la tierra, de reconocer que somos imperfectos y falibles. La confianza, por su parte, es una medida de cuánto crees en ti mismo. Pero creer en uno mismo no es equivalente a creer en nuestros conocimientos, métodos o herramientas. Por ejemplo, podemos confiar en nuestra capacidad para lograr una meta en el futuro (confianza en uno mismo) mientras mantenemos la humildad para cuestionar si contamos, en el presente, con las herramientas para alcanzarla.

Entonces, confianza y humildad son perfectamente compatibles. De hecho, el punto óptimo de la confianza cohabita con un estado de humildad y no arrogancia. En lo que Adam Grant denomina humildad confiada.

Sobre la humildad confiada

Lo que queremos lograr es la humildad confiada: tener fe en nuestra capacidad y al mismo tiempo apreciar que es posible que no tengamos la solución correcta o incluso que no estemos abordando el problema correcto. Eso nos da suficientes dudas para reexaminar nuestro antiguo conocimiento y suficiente confianza para buscar nuevas perspectivas.

Adam Grant, Piénsalo otra vez

La humildad confiada surge cuando tienes confianza en tí mismo pero reconoces la falibilidad de tus métodos. Es claramente un estado óptimo para avanzar hacia el conocimiento de la realidad. Quien es humilde y confiado evita la duda debilitante y a veces paralizante o la inferioridad obsesiva del inseguro, de quien no cree en sí mismo o en su capacidad para avanzar. Pero además evita caer en la trampa de la arrogancia ciega de quienes están completamente convencidos de sus fortalezas y estrategias.

La humildad confiada no solo nos abre la mente hacia la posibilidad de repensar y cuestionar nuestras ideas y puntos de vista. También mejora la calidad de esa revisión y cuestionamiento. El humilde confiado se deleita cuando descubre que se equivoca, porque sabe que solo a través del descubrimiento del error es que avanzará en la senda del conocimiento.

humildad confiada como alternativa a la arrogancia ciega, la inferioridad obsesiva y la duda debilitante

El antídoto para no quedarse atascado en el Monte Estúpido es tomar una dosis regular [de humildad]. “La arrogancia es ignorancia más convicción”, explica el bloguero Tim Urban. «Si bien la humildad es un filtro permeable que absorbe la experiencia de la vida y la convierte en conocimiento y sabiduría, la arrogancia es un escudo de goma en el que la experiencia de la vida simplemente rebota».

Adam Grant, Piénsalo otra vez
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